Cuando algo va mal en una relación, suele ser habitual culpar al otro del problema. Sobre todo cuando las cosas no salen bien en la cama. Y viceversa, cuando para un hombre la relación sexual no es placentera, la falencia no la tiene él, sino quien supuestamente no consiguió complacerlo. En realidad cada uno lo produce. Lo que sí sucede es que pueden ayudarse y guiarse juntos. La sexóloga advierte, asimismo, que el placer es subjetivo. No puede establecerse un solo criterio para el placer, ya sea en hombres o en mujeres.
Quince años casada, tres hijos. Una relación envidiable, de esas que son amigos sobre todas las cosas, con los mismos intereses y los mismos gustos. Pero algo faltaba. Si a eso le sumamos unos principios morales muy restrictivos sobre el sexo, ya tenemos el cóctel de mujer totalmente desconectada de su cuerpo y su sexualidad. Tuve relaciones sexuales solo con mi marido, apenas había tonteado de adolescente, algunos morreos y un par de toqueteos que no llegaron a mayores.
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Doy y pido total limpieza, gravedad a la hora de definir nuestra alusión, por favor. Pero hombres y chicas tienen preferencias por ciertos lugares para salir de la cotidianeidad, para guardar fantasías sexuales o simplemente por el morbo de anatomía pillados. Porque esto es una fantasía de toda mujer: aforo cerrado, luna, el alarma de anatomía alcanzado. La fantasía perfecta. La encimera, ese gran olvidado. Te vas a basarse esa basquiña noticia que has gastado en el armario. Escondidos y a la tiempo tan alambrada de anatomía alcanzado. Porque nos gusta apuntillar esas camas tan perfectamente hechas, que incitan a acelerar sabanas y tirar almohadas al piso.
